miércoles, 11 de mayo de 2011

Crítica de "La violación de Lucrecia", con Nuria Espert, dirigida por Miguel del Arco, por Pedro Zabalza

Reyes y damas

Autor: William Shakespeare. Dirección: Miguel del Arco. Intérpretes: Nuria Espert. Lugar y fecha: Teatro Gayarre, 7 y 8/05/11.

SHAKESPEARE y Nuria Espert: una combinación ganadora, garantía de buen juego. Con más seguridad todavía si esta alianza viene precedida de las buenas críticas que han acompañado a La violación de Lucrecia desde su estreno. Críticas que se han inclinado ante la valentía de la actriz por acometer un proyecto tremendamente exigente, cuando podría, si quisiera, haberse quedado cómodamente en su casa o embarcarse en aventuras de más sencilla ejecución y más seguro provecho. Pero la dama decidió apostar por el rey: en el teatro, no hay carta más alta que Shakespeare. Se la jugó por partida doble. Eligió como acompañante al joven Miguel del Arco, cuyo aval principal era la formidable La función por hacer, la revisión realista de Seis personajes en busca de autor de la que pudimos disfrutar hace unos meses en el Gayarre y con la que acaba de arrasar en los Premios Max. Es un buen momento para Del Arco. También para nosotros, que podremos ver este mismo mes sus dos trabajos siguientes, El proyecto Youkali y Veraneantes. Estamos todos de suerte.

La violación de Lucrecia, poema narrativo de un Shakespeare casi primerizo, es la historia de otro rey y otra dama. Sexto Tarquinio, hijo del último rey de Roma, viola a Lucrecia, mujer de uno de sus generales, Colatino. Lucrecia, desesperada por ese atentado a su honor, manda llamar a su marido y, en su presencia, se quita la vida. La indignada respuesta consiguiente provoca la expulsión de los Tarquinios y el fin de la monarquía romana.

No es seguramente una de las obras por las que el inglés habría sido considerado uno de los mejores autores de la historia, pero, además de su hermosa factura literaria, contiene buenos momentos. Destaco ese dubitativo Tarquinio, escrupuloso ante el crimen que va a cometer, vencido finalmente por sus inclinaciones perversas. Un precedente de la capacidad de Shakespeare para inspeccionar las honduras del alma humana y devolver sus hallazgos en forma de personajes inquietantes.

Tarquinio fuerza a Lucrecia y Del Arco/Espert fuerzan el texto, aunque en otro sentido, para transformar su naturaleza y convertirlo en algo que no era: una obra de teatro. ¿Se consigue? Pues diría que sí. Donde cualquiera no habría encontrado más que una lectura dramatizada, se nos entrega una función teatral por obra y gracia de la alquimia de una gran actriz. Y de un gran director, tal vez algo oculto tras el talento de la diva. Un talento que le permite hacer de Tarquinio, de Lucrecia, de Colatino, de todos los personajes, más el de narrador, y el de ella misma, de modo prodigiosamente convincente.

La obra comienza con la Espert en el salón de su casa. Rechaza una invitación telefónica porque tiene que preparar La violación de Lucrecia. Un artificio sencillo, pero inteligente, para meternos en el ajo, y una manera efectiva de centrar la atención en la actriz. Tanto se centra, y tanto lo merece, que corremos el peligro de no verla más que a ella y de prescindir, sin darnos cuenta, de la historia. A mí me pasa. Me rescatan un par de detalles de dirección: ese manto blanco teñido de rojo que simboliza la Lucrecia muerta y que Colatino encarnado en Nuria Espert recoge para luego tumbarse amorosamente en el lecho cubriéndose con él. La emoción simple después de la arrolladora exhibición de talento. Tan natural como eso.

Pedro Zabalza

No hay comentarios: